El día que el almirante español Cristóbal Colón pisó tierra en la isla de Guanahaní, rebautizada como “San Salvador”, en un día como hoy de 1492, hubiera sido imposible imaginarse por él o sus compañeros de viaje que esta fecha hubiera sido objeto de tanta controversia histórica, ética o política.
Este día se toma erróneamente como el día del “descubrimiento” de las tierras que serían conocidas como América años después, aunque en realidad los europeos no habían descubierto nada nuevo: las tierras eran habitadas desde hacía milenios por los llamados pueblos originarios. Pero en cierta medida era un descubrimiento para la teocrática Europa centrada en sus anquilosados principios religiosos, lo que supuso un cisma en el pensamiento humano. Al respecto Enrique Dussel, uno de los filósofos latinoamericanos más grandes de todos los tiempos (en mi modesto criterio), aporta claves interesantísimas para la comprensión de este fenómeno que se llamó “colonización” o que pudiéramos llamar también exterminio u “holocausto indígena”.
En 1913, la asociación “Unión Ibero-Americana de Madrid”, como una idea del exministro Faustino Rodríguez San Pedro, quien propone por primera vez en un documento publicado en ese año, lo instauración del “Día de la Raza” que perseguía como objetivo unir a todos los pueblos de habla hispana, en un intento de «exteriorizar la intimidad espiritual existente entre la Nación descubridora y civilizadora y las formadas en el suelo americano».
En varios países latinos comienza a emplearse esta denominación y a implantarse este día como festivo. Después, en 1926, el sacerdote español radicado en Argentina, Zacarías de Vizcarra, publicó un extenso artículo donde proponía el cambio del término «raza» por el de «hispanidad», propuesta que fue aceptada por el entonces embajador español en Buenos Aires, Ramiro de Maeztu, que se encargó de difundir este término, situándose como uno de los impulsores del término «hispanidad».
Mediante decreto del franquismo el 10 de enero de 1958, se establecía esta fecha como la “Fiesta de la Hispanidad” y posteriormente bajo el gobierno de Felipe González mediante la Ley 8 del 7 de octubre de 1987,lareconoce bajo la denominación de “Fiesta Nacional de España”.
El “Día de la Hispanidad” se trata de un día festivo en el calendario de varios países latinoamericanos, aunque va perdiendo su sentido de celebración a la española para comenzar a conmemorar el “holocausto indígena”, celebrar la diversidad cultural, la plurinacionalidad latinoamericana y la resistencia.
En su “ego mesiánico” los Estados Unidos de América también celebran la fecha, como si fuera propia, como el “Día de Cristóbal Colón” a propuesta de la comunidad italoamericana (recordemos que Colón era genovés) aunque no han faltado voces indígenas que desde hace años claman por eliminar la fecha como festiva, a partir del exterminio al que fueron sometidos también sus pueblos, pero por una potencia diferente.
Ahora bien. En Cuba no lo celebramos como un día festivo y claramente no podríamos. El exterminio aquí fue prácticamente total, sin quedar casi vestigios de los que antiguamente fueran nuestros pobladores nativos, y a pesar de que se han realizado estudios científicos importantes y serios al respecto en varias ramas de la ciencia, no puede decirse que existan comunidades descendientes de aquellas que preserven sus costumbres y características. O sea que lo que queda de esas culturas ancentrales en Cuba se encuentra en el campo de la Historia, la Antropología y la Arqueología.
En la Cuba actual hay quienes intentan “celebrar” la fecha y la vinculan con áreas de corte político, cultural y de otras designaciones con evidente trasfondo ideológico, aliándose a su vez a lo más retrogrado del pensamiento derechista español y estadounidense, en “sublimes” pero infructuosos intentos de desacreditar nuestra causa revolucionaria y socialista.
Para ellos la respuesta es más contundente: dos días antes en Cuba celebramos el inicio de las luchas por nuestra independencia el día en que un grupo de los cubanos de pensamiento más radical decidieron que España no era, como no lo es ahora ni será jamás, referente político o ideológico de nadie.
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